"Buenos tardes", "bienvenido", "pase usted", "¿En qué puedo ayudarle?", salían incontables veces de sus labios dirigidos a la gran clientela que se estaba hospedando en el Hotel. Se sentía satisfecho, aquello era lo que más le gustaba. Se alegraba el alma al ver que la gente sonreía cuando él les regalaba una sonrisa, sin importar el humor de la gente o el momento que estuvieran pasando, aunque para muchos no significara nada, él sabñia que una sonrisa lo cura todo y el poder lograr contagiar a la gente de buenas vibras le hacía más que feliz.
Su vida nunca fue fácil, mas bien fue tormentosa y complicada, nadie se imaginaria que llegó a ser hasta miserable, pues el siempore mostrando una gran sonrisa a todo, cualquiera juraría que tiene su vida ganada. Pero años atrás no fue asi, su infancia fue ms bien infeliz, su padre nunca fue un hombre amoroso y su madre, su madre era infeliz al sentir el desprecio del hombre con quién se había casado. En esa casa nunca había sonrisas. Un día llegó una visita a su casa, era su abuela, madre de su padre quien venía aquedarse a casa, pues tenía rato enferma y necesitaba que le atendiesen, su padre a pesar de ser un hombre sin corazón no pudo decirle que no a su madre y aceptó hospedarla. Unos mese pasaron, los mas maravillosos de su vida, la casa iluminda de sonrisas a pesar de todo, fué entonces cuando descubrió que una sonrisa puede sobrellevar hasta los mas doloroso momentos, su abuela siempre le decía auqello, que sonriera y fuera optimista, que la dicha mas grande de la vida es vivir sin problemas y feliz; y que eld estino te regalaría mlas pasadas, pero eso no impedira que uno siga sonriendo y disfrutando. Incluso cuando su abuela murió a causa de su enfermedad, el sonrió, despidiendose de ella y sabiendo que estaría en un lugar mejor, siempre ahó. El destino es cruel.
Sonrió al recordad aquellas sabía palabras de la mujer que lo había convertido en lo que era. Las miradas de muchas de las mujeres que se hospedaban en el lugar casi automáticamente se desviaron hacia algun lugar fijo y el por inercia y curiosidad la desvió de igual forma, encontrandose al Fotografo quien venía hacía él. Una mueca de nervios y vergüenza se formó en su cara.
-calmaos presiosura que no vengo por vos, sino por aquella buenorra del servicio, kassandra. Como vamos a salir, me ha dicho que pregunte por ella aquí en la recepción- le guiño un ojo, para darle la espalda.
El simplemente quedó serio, algo en el le hizo sentir raro al nombrar a la muchacha, no sabía que era, pero prefirió no tomarle importancia.
-Allí estas mazisorra- susurro a la delgada y linda mujer vestida en un bello vestido rosado. -Aquí mi bella dama, vamos te llevare a conocer el cielo- y así juntos se fueron perdiendose en la salida.
Algo extraño pasaba, no pudo sonreir al verles, algo e lo impedía. Una mueca extraña se formaba en sus labios.
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El más alto le sonrió y siguió jugando con un gatito que se encontraba modiendole sus dedos, se veía completamente tierno junto al gatito.
-Parece que soy muy cariñosos, me agradan mucho son tiernos.
El otro solo asintió.
Ambos se quedaron callados, sin hablarse ninguno al otro, vaya ser amigos era algo más que complicado, pensó. El mayor vió su reloj de pulsera y luego le miró a él, queriendo romper el silencio.
-¿t-te gustaria acompañarme a comer? puedes tomar un cafe, al fin y al cabo no hay gente, solo será un momento- le rogó.
-Pe-pero no les puedo dejar sólos de nuevo- decía intentando excusarse para salir junto al otro, sólos, los dos. La verdad tenía miedo, nunca haia llegado tan lejos en una relación amistosa con alguien, más bien en ningun tipo de relación. Ser amigos implicaba conocerse ambos y tenía miedo de que le conocieran, nunca fué muyu abierto en el asunto de hablar sobre si mismo.
No sabía que hacer, el otro le miraba con ojos de cachorrito suplicante.